domingo, 20 de octubre de 2013

Koshka


No puedo decir que la haya tocado siquiera, más allá de algún roce con la punta de los dedos, lo suficiente para saber que tenía el pelaje sedoso. A lo lejos, debajo de la mesa hasta la que corrió para ocultarse, me miró un instante con ojos desdeñosos y ofendidos de esmeralda. 
Su dueño desde siempre la había llamado Koshka, palabra que quiere decir “gata” en ruso, pero con los años, conforme ella fue engordando, empezó a llamarla Kruzhka, que es como se dice “botija” en esa misma lengua. A finales de los años ochenta, Almela le añadió un apellido acorde con los tiempos y cada vez que podía contaba con una sonrisa satisfecha que el nombre completo de su compañera felina era Koshka Kruhzka Perestroika.
La pequeña gatita atigrada llegó a su casa en una caja de zapatos una noche de 1985. Se la habían regalado aquel mismo día a su hija Laura, a la que le dijeron que fue recogida en el camellón de Insurgentes, a la altura del Rélox. Almela me cuenta que pasó esa tarde en la caja de zapatos en el camerino universitario en el que ensayó Laura, una de las grandes actrices teatrales mexicanas. Ella se la fue a llevar al poeta, que no quiso quedársela, sigue contándome, porque creyó que había que darse a la latosa tarea de conseguir aserrín para hacerle un cajón de baño, que es como se hacía en los tiempos de su infancia (no tenía noticia de las modernas arenas, a las que siempre se ha referido con la palabra “grava”), así que esa misma noche padre e hija se la llevaron a su vez a la madre de él, al departamento en Insurgentes Sur, arriba del restaurante Playa Bruja, en donde vivía aquella temperamental señora del exilio español que tenía debilidad por los gatos. 
No mucho después, Emilia Castell viuda de Almela se mudó a vivir con una hermana suya y se instaló en una casa con jardín cerca del Viaducto del lado de la colonia del Valle1, en donde la gatita de nombre ruso tuvo una juventud llena de peripecias y aventuras nocturnas no todas confesables. De ahí, Koshka saltó por fin al domicilio de San Antonio 36-6, en donde pasó prácticamente el resto de su vida, entre las estanterías metálicas retacadas de libros científicos en diversos idiomas entre los que vivía Deniz, y bajo los retratos de Dumézil y Bartók, en aquel departamento oscuro y tirando a frío (y más bien gélido en los meses invernales) en el que hablé por primera vez con el memorioso poeta, traductor y lector de galeras la noche de un viernes de 1988.

La relación entre amo y gata se prolongó en total durante unos quince años. Yo vi a Koshka en innumerables ocasiones y siempre me pareció una gata hermosa, es verdad, pero huraña, que solía desaparecer durante el tiempo que permanecieran las visitas. En general no quería tratos con nadie que no fuera su dueño humano. De cuando en cuando, es verdad, se acercaba a oler la punta del dedo que, con gatuna experiencia propia, yo le ofrecía a la distancia, e incluso alguna vez (como pasa tantas veces con los gatos) ella llegó a rozar mi dedo con la nariz húmeda una fracción de segundo para invariablemente salir disparada y ponerse a resguardo de cualquier intento de acercamiento.

A Almela le gusta contar anécdotas de su convivencia con ella, como la vez que regresó de la calle con un disco transparente de plástico, de aquéllos que sirven para amplificar las cosas que se miran a través de él, quizás distorsionándolas. Cuando ella y su amo se vieron delante de aquel objeto puesto entre los dos, él pasó la uña de manera transversal por sus surcos produciendo un ruido chirriante y a continuación Koshka hizo lo mismo y lo miró a él como diciéndole: “Admirable. Pero ¿para qué sirve?” 2
En 1992, cuando el poeta preparaba el testimonio sobre el exilio que leyó la única vez que regresó a España, y quiso probar que lo que había escrito se decía en los veinte minutos de lectura que le habían solicitado, procedió a leerlo en voz alta. Lo hizo sentado en su sillón de siempre, dándole la espalda al ventanal que asomaba a San Antonio. Al comprobar que por razones absolutamente incomprensibles para ella por primera vez desde que estaban juntos él echaba a hablar a solas, Koshka se alteró muchísimo: se le subió a las piernas, nerviosa, y lo inspeccionó de cerca, una y otra vez, como preguntándose si estaba en sus cabales… 3

La gatita tenía una notoria hernia en el vientre, secuela de una deficiente convalecencia de la operación con que la esterilizaron, pero no fue eso lo que acabó con su vida sino un bulto feo que le salió en el lomo arriba, debajo de la nuca, y que le fue creciendo sin aparente sufrimiento para ella. El veterinario diagnosticó un cáncer y manifestó su sorpresa de que no la hiciera aullar de dolor, lo que, según él, iba a empezar a ocurrir en cualquier momento.
No mucho antes, Almela se había mudado a un departamento en el tercer piso de un edificio en la calle de Torreón, de nuevo en los linderos del Viaducto pero esta vez del lado de la colonia Roma Sur, donde Koshka, que en su vida madura había vivido prácticamente en las sombras, se reencontró con el sol. El poeta contaba que era muy conmovedor cómo todas las mañanas ella se lanzaba de la cama que siempre compartieron, como una amante joven que va en busca de la satisfacción de su deseo, para asistir con delectación al glorioso espectáculo del amanecer. No abandonaba aquel rincón durante el tiempo en que lo luz la bañaba, y allí permanecía tumbada bajo su rayo directo hasta prácticamente chamuscarse.
Por la época en que escribió “Congéneres”, el poema que Almela le dedicó y que no en vano ocupa la última página de su poesía casi completa —copio al calce un link que lleva a una grabación del poeta leyéndolo—, ya hacía tiempo que venía diciendo, con frase nada patética que hace mucho perdió la naturalidad del comentario espontáneo para convertirse en una suerte de lema existencial, que Koshka fue el ser vivo con el que mejor se llevó durante más tiempo en su vida.
Por suerte, hay fotos de ella; las domésticas que el propio Almela le tomó pero también las que le hicieron algunos fotógrafos profesionales, en las ocasiones en que fueron a retratarlo a él. Por lo menos que yo sepa, están las de Roberto Portillo y Nicola Lorusso, con las que acompaño este post; ambos acudieron al departamento de la calle de San Antonio, que estaba a unos metros de las oficinas de Viceversa, para hacerle fotos para diversas necesidades de la revista. Vayan estas líneas y esas imágenes para evocar a la gatita de silueta de botija que acompañó al poeta a lo largo de tres lustros de vida creativa y solitaria.

1 “Un jardín relativo y descuidado, con un árbol en medio y bardas”. (Conversación telefónica, sábado 19 de octubre de 2013).
2 “Uno de esos discos que no sé para qué sirven, una hoja de tamaño carta de plástico traslúcido, con un lado finamente rayado. Le pasas una uña y suena como un disco de 33. Me lo regalaron, seguramente dándolo como lupa, en la Biblioteca de México. Dejé mis pertenencias sobre la mesa, como hacía siempre al llegar de la calle (nunca era nada de comer, en absoluto) y ella tenía que olerlo todo: libros, papeles, fotocopias. Sin decir nada, con la uña hice ptrrrrrr y se fascinó. Se me quedó mirando, mirando y entonces extendió la derechita. Luego ya no lo hizo nunca más, aunque lo intenté varias veces…”. (Misma referencia).
3 “… Sin ponerme un traje de brujo, estando sentado como de costumbre en mi sillita, me puse a hablar solo. Se inquietó mucho: se me acercó y se me subió en las piernas, a olerme la boca, como diciendo ‘¿Estás bien?’” (Misma referencia).

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El poema “Congéneres” puede escucharse, leído por su autor, en https://soundcloud.com/oralapluma/23-cong-neres

Las fotos en blanco y negro de Koshka son de Roberto Portillo (de quien es también el retrato de Almela que aparece al principio de este post), con excepción de las dos en las que la gata aparece con su dueño, que son de Nicola Lorusso. El resto de las imágenes, incluida la foto de Koshka a colores y la de una de sus lecturas en España, y en la que aparece acompañado de su amigo Eduardo Mateo Gambarte, pertenecen al archivo personal de Juan Almela.

Más sobre Almela / Deniz en Siglo en la brisa:
Cuadernos y dibujos infantiles, http://bit.ly/9dkSDa
Una entrevista de 1993, http://bit.ly/H9WMV5
Cartones políticoshttp://bit.ly/PiWZUl
Deniz en Viceversa, http://bit.ly/12RrW9H
“Noticias” recientes, http://bit.ly/V95VkF

Más sobre gatos en este blog:
Textos felinos, http://bit.ly/rJPY3s
Nagara, el gato de Octavio Paz, http://bit.ly/9BeKvm
El Maestro, http://bit.ly/P581fq
Un año de Yamita Monogatari, http://bit.ly/H7mSZB

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