domingo, 28 de abril de 2013

Balance de Carlos Fuentes


Hace unas semanas fui invitado como director de Viceversa a participar en las V Jornadas de Lengua y Pensamiento Crítico de la Universidad Popular Autónoma de Puebla (hoy conocida simplemente como UPAEP). En un correo de los que intercambié con una de las organizadoras, pregunté si estaban al tanto de que la revista dejó de aparecer hace casi tres lustros. Su respuesta afirmativa supuso un pequeño revés a mi certeza de que vivimos en un país con gravísimos problemas de memoria pública. 
Por supuesto, decidí participar. Luego, cuando supe que en la misma mesa iba estar Armando Pinto, el director de la revista Crítica, mi decisión se acompañó de sincero entusiasmo. Nunca pregunté en qué consistiría mi participación porque di por hecho que debía de preparar algo así como una ponencia, sobre todo pensando que las jornadas se desarrollarían en un ámbito académico. La dinámica, sin embargo, fue otra: los organizadores, primero, y luego los alumnos hicieron preguntas que los invitados —entre los que también estuvo Carlos Véjar, director de la revista latinoamericanista Archipiélago— fuimos contestado de forma improvisada y sucesiva. Así, me vi con mi ponencia inútil en las manos.
Cuento algo sobre ella: dado el interés por el “pensamiento crítico” que ostenta el nombre del coloquio, unos días antes había decidido que lo mejor era decir algo sobre la manera en la que Viceversa entendió la crítica. Casi de inmediato pensé en el número de enero de 1995, que titulamos “Balance de Carlos Fuentes”, porque aquella entrega supuso un acercamiento crítico independiente al trabajo de Fuentes en medio de la atmósfera polarizada y enrarecida que rodeó al autor de Aura en particular desde la publicación de “La comedia mexicana de Carlos Fuentes” de Enrique Krauze (Vuelta, junio de 1988).
No era la primera vez que Viceversa abordaba el tema: en noviembre de 1993 la revista había señalado la necesidad de hacer un ejercicio crítico que intentara poner en claro, más allá de intereses de grupo, las virtudes y los defectos de su trabajo. A eso se refiere el texto editorial de nuestro balance de 1995: “Viceversa señaló hace dos años la necesidad de hacer un replanteamiento crítico de la obra de Carlos Fuentes. En ese entonces dijimos que sólo era posible hacer una lectura justa de ese escritor con perspectivas originales, puntos de vista frescos y opiniones no comprometidas. Traído y llevado […] alabado con delirio y juzgado hasta la reprobación, Fuentes ha sido el tema de un parlamento de sordos en el que se ha reducido casi por completo el margen de objetividad necesario para que una aproximación crítica resulte útil y duradera. […] A pesar de que sobre Fuentes se ha escrito mucho […] nunca se había propuesto en una sola entrega editorial un balance de esta naturaleza, por lo que este número ofrece un material único de análisis y referencia de uno de los personajes centrales de nuestra cultura.” (1)
El plato fuerte de mi ponencia poblana era la lectura de algunas de las valoraciones críticas vertidas en aquel número. A la hora de escogerlas, decidí limitarme a las que fueron publicadas en forma de balazos, es decir las que aparecieron de manera más visible y destacada en aquel número, de tal forma que los alumnos de la UPAEP se hicieran una idea de su contenido exactamente como si estuvieran hojeando la revista. Reproduzco a continuación esos juicios. Al calce de este post aparecen los nombres de sus autores.

“Como un juego de pelota prehispánico, el universo novelístico de Fuentes es el escenario terrestre en el que gente involucrada en conflictos bien terrenales —los celos, la guerra, el incesto— representa un drama sagrado.” (2)

“En Fuentes no hay un estilo definitivo —aunque haya una clarísima personalidad literaria— porque el uso de una línea única de expresión se opone por naturaleza su proyecto.” (3)

“Fuentes ha apostado en sentido contrario al de la literatura mexicana del siglo XX: ha escrito mucho y ha vivido expuesto a la opinión pública en un país en que se celebra a los autores de encerrona y obra breve y preciosista.” (4)

“La tesis que, con calculada audacia, enarbolaba este niño terrible de las letras en los años sesenta apenas se ha renovado, y la visión penetrante de sus primeros trabajos se ha visto transformada en proclamas y discursos, casi congelados tras sus formas vivaces.” (5)


“Su ensayística se despliega mediante un estilo vigoroso y exaltado, que no desdeña los guiños a la gayola ni los efectos especiales, que combina en una abigarrada mezcla la sana irreverencia opinativa, los prejuicios y los aparatos teóricos de moda.” (6)

“El ensayo de Fuentes, en su ocultamiento de la persona y las posiciones detrás de una crítica genéricamente progresista, en su pantagruélico apetito verbal, en su gula por la mezcla e ingestión de símbolos y teorías, y en su debilidad por la moda y el oropel, se convierte en un verdadero espejo de su literatura.” (7)

“Si había defendido Echeverría el 10 de junio, lo volvió hacer cuando se le acusó de ser responsable de la salida de Scherer de Excélsior. Fuentes escribió: ‘Cuatro meses y medio antes de terminar su gestión, el Presidente  es cubierto de ignominia, acusado de estrangular la libertad de expresión y de ensañarse, como cualquier tiranuelo bananero, contra la crítica adversa. ¿Puede concebirse que un hombre de la sagacidad política de Echeverría sea el autor de su propio descrédito y de la negación masoquista de su propia obra de gobierno’?” (8)

“Su apoyo a la revolución sandinista es destacable por ser una más de las apuestas políticas de Fuentes que son criticables no por haber resultado fallidas sino por su falta de crítica y de distancia frente a los profetas armados que pesar de defraudar una y otra vez su confianza, siguen siendo atractivos para Fuentes.” (9)

“[…] Fuentes […] concede a sus lectores el privilegio de observar el desarrollo de una idea que se bosqueja en una novela, se concreta en un ensayo y se reafirma en sus declaraciones […]” (10)

“Escribe en aviones y cuartos de hotel. Ha hecho del ser de aquí pero estar en todos lados una forma de experimentar la vida y nos parece raro: no siendo de allá no se asimila aquí porque le incomoda.” (11)

“La legitimidad de su crítica y propuesta no es un asunto de credenciales. El interés por su obra está justamente en escuchar a alguien que vive en esa franja de comunicación transnacional.” (12)

“En su largo periplo de intelectual de izquierda, Fuentes ha defendido tres formas de nacionalismo, que son tres formas de antiimperialismo: el cubano, el tercermundista mexicano y la revolución sandinista. Los experimentos resultaron un fracaso.” (13)

Además del trabajo de los críticos invitados por la revista, Viceversa buscó algunos ángulos originales y por eso pedimos una colaboración a una autora capaz de sintonizar con un aspecto muy notorio de la imagen pública de Fuentes. En su característico estilo, ella escribió cosas como ésta: “Mucho mejor que a Columbo le quedan las gabardinas a Fuentes. Cuando se pone la de primavera, en un beige muy clarito, tiene un look como de banquero. En cambio con la más tradicional, en un tono más oscuro, su look es más de un escritor súper exitoso, best seller en el mundo entero, traducido a más de veinte idiomas”. O esta otra: “El escritor es tan elegante que hasta cuando se va a la cama lo hace con mucho estilo. Por lo general sus piyamas son blancas en popelina finísima. Odia las pantuflas, sin embargo disfruta estar en bata. En verano, es blanca como la piyama y en invierno es escocesa del clan black watch.” (14)

Para acabar me pareció interesante leer una última cita, que en la relación de nuestro autor con la crítica mexicana resultó significativa —profética—. El “Balance a Carlos Fuentes” de Viceversa incluye un relato de cómo fue a lo largo de muchos años la amistad entre ese autor y Octavio Paz, a partir de textos de uno y otro recogidos por un especialista. En uno de los textos de Paz se describe cómo suele ser la crítica en México, o quizás mejor dicho aquello que se disfraza de crítica. En las palabras del director de Vuelta resuena, naturalmente, lo que con los años acabó sucediendo en su propia revista: “Fuentes ha sido y es el plato fuerte de muchos banquetes caníbales. Pues en materia literaria, México es un país que ama la carne humana. Salvo unas cuantas excepciones, no tenemos críticos sino sacrificadores. Las bandas literarias celebran periódicamente festines habituales durante los cuales devoran metafóricamente sus enemigos. Generalmente sus enemigos son los amigos y los ídolos de ayer.” (15)
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Todas las citas que conforman este post pertenecen al número 20 de Viceversa, de enero de 1995, titulado “Balance de Carlos Fuentes”. Sus autores somos, en este orden, yo mismo (1), Álvaro Enrigue (2, 3 y 4), Armando González Torres (5, 6 y 7), Jaime Ramírez Garrido (8, 9 y 10), Guillermo Osorno (11, 12 y 13) y Guadalupe Loaeza (14). La cita de Paz (15), que pertenece a la colaboración de Fernando Vizcaíno Guerra, proviene del libro In/mediaciones (Seix Barral, Barcelona, 1979). Las fotos de la portada de Viceversa y las que pertenecen a esa misma sesión, son de Gerardo Suter; el resto, de Rogelio Cuéllar. Todas han sido escaneadas del número respectivo, cuyo diseño gráfico es de Álvaro Fernández Ros. 

La foto del Panel de Revistas Culturales que se llevó a cabo el viernes pasado es de Silvia Rubín Ruiz. A ella y a Abigail Villagrán, organizadoras de las jornadas de la UPAEP, les expreso mi agradecimiento por su generosa invitación.

Más sobre Carlos Fuentes en este blog:
Esqueleto de gonfoterio, http://bit.ly/WauQal

Más Viceversa en Siglo en la brisa:
A veinte años de su fundación, http://bit.ly/Vk6Rm1
Un repaso de sus números de aniversario, http://bit.ly/12BgvTJ
La revista en la historia del diseño gráfico en México (primera de tres partes), http://bit.ly/S5fFHU
Mis diez portadas preferidas, http://bit.ly/VXMFDt

domingo, 21 de abril de 2013

La contestadora automática de Octavio Paz


Hace unos veinte años, por la época en que hablé por teléfono unas cuantas veces con Octavio Paz, poco después de marcarle en alguna ocasión, cuando nadie tomó la llamada y en cambio escuché su voz en una contestadora automática, le pedí a mi primo Jose –que por entonces dirigía una estación de radio– que recabara aquel singular testimonio de la voz del poeta casi con toda seguridad destinado a perderse.
Entusiasmado con la idea, mi primo mandó grabar la voz de Paz y decidió aprovecharla él mismo para hacer un anuncio promocional de su estación. Confieso que no me gustó el resultado: el sentido del humor con que el material fue sazonado no me pareció precisamente agudo. Entiendo que el público que oía Radioactivo, quizás la emisora juvenil más original y exitosa de los años noventas en México, no lo hubiera apreciado si no era en aquellos términos y por eso nunca dije nada. Ahora, con el paso del tiempo, he llegado incluso a agradecer que lo utilizaran aunque hubiera sido de esa manera porque de otra forma igual habría acabado perdiéndose.
Hace poco menos de un mes, cuando conversaba con mi primo en su departamento en el edificio de Mario Pani gemelo a aquel en el que Paz vivió hasta poco antes de su muerte, y veíamos frente a nosotros a través de las ventanas abiertas aquel edificio del otro lado de Reforma, se me ocurrió preguntarle si conservaba la grabación. Me contestó que no pero que sabía quién podía tenerla. Era verdad: sólo unos días más tarde me envió por correo electrónico el promo de Radioactivo. Pensando en Siglo en la brisa, yo le pedí a mi vez a Jonathan López Romo –productor de La Feria Carrusel de Libros– que entresacara el mensaje telefónico original para dejarlo tal como era a principios de los años noventas. 
Desde luego, conservamos el recurso que los productores de mi primo idearon para no divulgar a los cuatro vientos el número telefónico de Paz, en parte porque tengo la impresión, aunque a mí nunca me contesta nadie, de que debe seguir en uso. Como comprobará quien escuche el enlace que copio más abajo, el texto de la grabación es perfectamente estándar:

“Habla usted al 5-11… Le rogamos que, después de oír la señal, deje usted su nombre, su número de teléfono y su mensaje. Le contestaremos en cuanto nos sea posible. Muchas gracias.”

Sin embargo, algunos de los usos del habla, o quizás mejor dicho de la lectura en voz alta de Paz, aparecen en él, y a pesar de su brevedad hay hasta tres inflexiones características de su forma de expresarse. Copio de nuevo el mensaje pero esta vez lo comento entre corchetes:

“Habla usted al 5-11…
Le rogamos que [aquí una coma, claramente marcada]
después de oír [aquí una pausa característica]
la señal, deje usted [aquí un quiebre típico de su dicción:]
su nombre, su número de teléfono [aquí un remate de frase clásico suyo:]
y su mensaje. Le contestaremos en cuanto nos sea posible. Muchas gracias.


Sólo me resta añadir que he buscado a Marie-José Paz repetidamente pero no he conseguido hablar con ella para compartirle la grabación; también para decirle que, ya que se trata de una curiosidad inocua, he decidido compartirla con quienes leen este blog. En 2008 me reuní con ella en varias ocasiones con motivo de una antología de Paz que hizo la Dirección de Publicaciones de Conaculta y le guardo toda mi consideración. Confío en que no le molestará que dé a conocer este inusitado testimonio de la voz del máximo escritor mexicano del siglo XX.

Para oír la voz de Octavio Paz en su contestadora automática, haz clik aquí:


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Los retratos de Octavio Paz son del fotógrafo Juan Rodrigo Llaguno, a quien agradezco que me permita reproducirlos. El primero de ellos fue portada del número que Viceversa dedicó a la revista Vuelta (número 43, diciembre de 1996).

La imagen de Instagram que muestra el edificio de Mario Pani en el que vivió Paz es de mi primo, el cineasta Jose Álvarez. Su última película es Canícula. Aquí se puede ver un corto: http://vimeo.com/63601876

El promocional de Radioactivo puede escucharse en http://bit.ly/11GmJkM

Más grabaciones telefónicas en este blog, http://bit.ly/Z7aZIE

Octavio Paz en Siglo en la brisa:
Nagara, el gato que una noche rasguñó a Lévi-Strauss, http://bit.ly/TAg6AJJuan Miranda retrata a Paz en el velorio de Juan Rulfo, http://bit.ly/XJsi1s

domingo, 14 de abril de 2013

El gomero de la Plaza San Martín


Cuando en junio de 1999, al volver de mi primer viaje a Buenos Aires, me puse a escribir mi “Crónica del centenario” —me refiero al ensamble de reseñas y entrevistas que hice en aquella ciudad para conmemorar los cien años del nacimiento de Borges—, se me ocurrió comparar el lugar de la obra del gran escritor argentino en la literatura hispanoamericana con la rotunda, enraizada y esplendorosa presencia de un árbol de un género que nunca había visto y frente al que pasé un largo rato en fascinada contemplación. 
La ocurrencia vino a cuento porque el notable individuo estaba ubicado en la Plaza San Martín, a sólo unos metros del domicilio en el que Borges pasó la mitad de su larga vida, y que no abandonó sino unas semanas antes de su viaje definitivo a Ginebra en donde murió en junio de 1986. Desde las ventanas de su departamento en el sexto piso del número 994 de la calle de Maipú deben haberse visto las copas de los ejemplares más altos de la plaza, entre las que es muy probable que estuviera la de ese árbol extraordinario. 
Instantánea e intuitiva primero, la equivalencia se reforzó en mi mente cuando evoqué las características de aquel ejemplar, útiles para describir la preponderancia del lugar de Borges en nuestra literatura: la fuerza con que surgían horizontalmente sus ramas, al grado de parecer gruesos troncos independientes injertados en el cuerpo principal; la distancia que alcanzaban algunos de sus larguísimos brotes, proyectados con una fuerza y un dinamismo que parecían más animales que vegetales; las estructuras colocadas debajo de algunas de ellas para sostener su pesado e incontenible despliegue; las reapariciones de sus raíces en el suelo a varios metros de distancia del tronco principal y lo profuso, brillante e impetuoso de un follaje que se expandía con belleza y libertad incomparables a muchos metros a la redonda. Sin embargo, a la hora de referirme por escrito al árbol me encontré con que no tenía ni idea a qué género pertenecía. Una vez que un par de fuentes me aseguraron que se trataba de un gomero, me referí de esa manera a aquel ejemplar que siempre quise ver nuevamente con mis propios ojos. Por fin la semana pasada pude darme el gusto de hacerlo. 
Quizás por la forma en la que trabaja la memoria, el árbol, del que ahora sé que su nombre científico es Ficus macrophylla y que es originario de Australia, se presentó a mis ojos un tanto disminuido y triste —al contrario, por cierto, de lo que ha sucedido con la importancia de la obra de Borges—, como si el empedrado de la plaza, que antes no existía, o la reja con la que lo aislaron sin duda buscando su protección hubieran acabado por afectarlo (al revés de lo que pasó con un congénere suyo que está en la Recoleta y que me parece que se mantiene en mejor estado). Como sea, comparto con mis lectores las imágenes del gomero tal y como luce hoy mismo en la Plaza San Martín, por la que tantas veces paseó Borges, y en donde, si hacemos caso a la Guía Literaria de Buenos Aires de Álvaro Abós (Grijalbo, Buenos Aires, 2005), está enterrado su gato Beppo.







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Mi "Crónica del centenario de Borges" apareció en el número 75, de agosto de 1999, de la revista Viceversa. Entre otros materiales, reúne entrevistas con César Aira, Ricardo Piglia, María Esther Vázquez y María Kodama.

La foto que acompaña esta nota es de Florencia Molfino.

Más sobre Borges en este blog:
Retrato en los baños de San Ildefonso, http://bit.ly/9aenhb 
Los encantos del sistema decimal, http://bit.ly/11Q3oP7

Lee más sobre árboles sin salir de Siglo en la brisa:
Casas en los árboles, http://bit.ly/10KoKee
Informe sobre la estupidez, http://bit.ly/oSklUj
Guía de árboles de la Ciudad de México, http://bit.ly/bSTUI2  
Mi cuaderno botánico, http://bit.ly/acYY4W