domingo, 30 de diciembre de 2012

Un vistazo a 2012


Cuando me di cuenta de que se acababa el año, tuve la sensación de que 2012 se me iba de las manos sin pena ni gloria. Entonces tomé la decisión de echar un vistazo atrás y encontré lo que conforma este post
Quizás la sensación de que el tiempo se nos escapa a una velocidad cada vez mayor pueda conjurarse, siquiera en parte, reflexionando cuidadosamente sobre lo que hemos hecho mientras huye (para utilizar esa expresión que tanto gustaba a los antiguos). Esta entrega reúne diez momentos de los últimos doce meses que conforman lo que ahora me parece que no debería de olvidar. Casi todos dejaron su huella en este espacio, por lo que muchos de los enlaces que los acompañan conducen a otros rincones de este blog.

1. Programa especial sobre el Primero Sueño
El 9 de marzo conversé al aire sobre el gran poema mexicano del siglo XVII con mi querida maestra Dolores Bravo Arriaga, a quien la Facultad de Filosofía y Letras acababa de hacerle un homenaje por sus cuatro décadas de docencia universitaria. La idea era que la plática sirviera de prólogo a la entrevista que le hice a continuación a Américo Larralde, autor del El Eclipse del Sueño de Sor Juana, libro editado por el Fondo de Cultura Económica, sin duda uno de los mejores de los muchos que presentamos a lo largo del año en La Feria Carrusel de Libros, el programa de novedades editoriales del Instituto Mexicano de la Radio. 
Américo Larralde (que aparece retratado en su juventud en la espléndida foto de Pedro Meyer que reproduzco al lado de estas líneas) sostiene que el punto de arranque del poema de Sor Juana es un eclipse de luna ocurrido la noche del 21 de diciembre de 1684 que ninguno de los muchos conocedores que han estudiado el texto habían siquiera sospechado. Espero pronto tener la oportunidad de volver a entrevistarlo, esta vez sin las prisas a las que obliga la dinámica radiofónica. Copio el enlace a ese programa, por si alguien quiere escucharlo íntegramente, y aprovecho para dar las gracias a su productor, Jonathan López Romo: http://bit.ly/130ooC0



2. Estreno de La mujer sin sombra
El 3 de abril se estrenó en México una de las óperas más ambiciosas de Richard Strauss. 
A invitación de Sergio Vela, seguramente el más importante director de escena de ópera en México, participé en ella colaborando en la dramaturgia y la redacción de los textos en español pensados para ser ofrecidos antes de cada uno de sus tres actos, y que dije yo mismo, encarnando a un personaje más de la representación, en el imponente escenario del Palacio de Bellas Artes. A todo eso dediqué un par de entradas de Siglo en la brisa: “El Narrador”, http://bit.ly/12ImqHl, y “Textos para La Mujer sin Sombra”, http://bit.ly/V6WboC


3. Comida en Tlalpan
A invitación de mi entrañable amiga filipina Norma Clay, el 9 de junio acudí a su casa acompañado de algunos amigos para celebrar mi cumpleaños con una comida en su maravilloso jardín en el corazón del antiguo pueblo de Tlalpan. Allí le tomé a Flor y a Victoria una serie de fotos de las que publico aquí la que más me gusta. El resto de las imágenes de ese día está en “Sábado de junio”, http://bit.ly/Vh1MrI


4. La temporada de la Sinfónica de Minería
Como todos los años, a lo largo de los meses de verano se llevó a cabo la temporada de la Orquesta Sinfónica de Minería en la Sala Nezahualcóyotl de Ciudad Universitaria. 
Si tuviera que señalar un solo programa de los ocho a los que asistí, quizás escogería el del 11 de agosto, que incluyó la Sinfonía Romántica de Carlos Chávez, el Concierto para la mano izquierda de Ravel y la Sinfonía Fantástica de Berlioz. La orquesta tocó bajo la dirección de Carlos Miguel Prieto. Quodlibet, la revista en línea de la Academia de Música del Palacio de Minería, de la que soy editor — y que estos días estrena un número monográfico sobre Eduardo Mata—, puede visitarse en http://www.quodlibet.org.mx/


5. La proyección de la obra de Hitchcock 
Los primeros días de septiembre propuse a mis alumnas del Mundet ver todas las películas de Hitchcock que fuéramos capaces de conseguir. De entonces a la fecha, hemos estudiado una parte considerable del más de medio centenar de películas que componen una de las obras más apasionantes de la historia del cine. 
Entre otros apoyos bibliográficos (por ejemplo, la filmografía comentada de Paul Condon y Jim Sangter, publicada por Virgin a fines de los años noventa, o el volumen monográfico de Bill Krohn editado por los Cahiers du Cinema, regalo de mi amigo Ricardo Bernal), he tenido muy presentes las conversaciones del director inglés con François Truffaut (El cine según Hitchcock, Alianza Editorial, El Libro de Bosillo, número 7001). En la foto arriba de estas líneas puede verse el grupo original de las inteligentes mujeres con las que comparto libros y películas los jueves de todas las semanas desde hace casi dos años.

6. La segunda edición de El ciclismo y los clásicos
El 28 de septiembre, en un café de la calle de [Q.] Horacio [F.], en la colonia Polanco, el editor Miguel Ángel de la Calleja me entregó los primeros ejemplares de la segunda edición de mi plaquette, originalmente publicada por Sofía Urrutia y Luis Mario Schneider en 1990. 
La nueva edición, que aparece en la colección Parentalia, tiene un par de poemas que, por razones incomprensibles ahora para mí, decidí dejar fuera hace veinte años. La presentación de mi pequeño librito será el 17 de enero del año entrante en la Casa del Poeta, y la de los últimos títulos de Parentalia quince días más tarde, el 3 de febrero, en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes. En Siglo en la brisa rescaté un par de textos aparecidos en los meses posteriores a la salida de la primera edición, una de ellas del crítico de poesía Eduardo Milán: “Dos notas sobre El ciclismo y los clásicos”: http://bit.ly/WVnlUp


7. Viaje a Antigua
Entre el 6 y 9 de octubre estuve con Flor en la maravillosa ciudad guatemalteca de Antigua. 
El post que publiqué a nuestro regreso, con algunas de mis fotos preferidas, la mayor parte de ellas de las ruinas de los edificios virreinales destruidos por el terremoto de 1773, fue quizás el más visitado del último año en este blog. Puede verse en “Ruinas de Antigua”, http://bit.ly/Ub423w


8. Red de agujeritos. Gerardo Deniz en Viceversa
Hacia finales de octubre apareció la edición de los pequeños ensayos que Deniz publicó en forma de columna mensual en la revista que fundé en los años noventa. 
El título es el segundo de la flamante colección El Gabinete de Curiosidades del Meister Floh, que dirige Javier García-Galiano para la editorial Ficticia de Marcial Fernández. Por acuerdo con ambos editores, me encargué de la selección de los textos y escribí el prólogo. El volumen, que reúne una cuarentena de textos sobre la mayoría de los temas del poeta (música, poesía, química, botánica…) cierra con la entrevista que le hice a Deniz en el otoño de 1991 y que apareció en el número del primer aniversario de aquella revista. Aquí pueden leerse tres textos de ese libro: “Gerardo Deniz en Viceversa”, http://bit.ly/12RrW9H


9. 20 años de Viceversa
El 14 de noviembre se celebró una mesa redonda en la Casa Refugio Citlaltépetl en la que participaron los escritores Armando González Torres y Rogelio Villarreal para conversar sobre la revista que exactamente ese mes cumplió 20 años de haber sido fundada. 
La ocasión hizo que nos reuniéramos muchos de quienes trabajamos para ella en sus distintas épocas, entre 1992 y mayo de 2001, fecha de salida de su último número. “A 20 años de la fundación de Viceversa”, http://bit.ly/Vk6Rm1


10. Memorias de un emigrante asturiano en México
Por estos días recibo las pruebas finales del libro de memorias del emigrante asturiano Cayetano Sobrino Mijares cuya edición me encargó hace unos meses Joaquín López Álvarez, director del Museo del Pueblo de Asturias. Oriundo de Cué, Llanes, en el oriente asturiano, Mijares pasó un cuarto de siglo en La Habana y Veracruz. 
Unos años después de volver definitivamente a Asturias a principios del siglo XX, Mijares escribió a sus hijos los recuerdos de su aventura en América. Las memorias, que se descubrieron en una casa en venta sin nada que permitiera saber más de su autor que lo que puede leerse en ellas, se publican ahora por vez primera, más de un siglo después de haber sido escritas.
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El retrato de Américo Larralde, que es de Pedro Meyer, lo he tomado prestado de la página de Facebook de su hermana Diana Larralde (quien es, por cierto, participante del cineclub del Mundet). 
La foto de Hitchcock es de Getty Images y la tomo de http://gaw.kr/pYq3fe
Las integrantes del grupo de lectura y cine del Mundet que aparecen en la imagen son: de pie, y en el orden de siempre, Isabel, Gabriela, Victoria, Mari Carmen, Maru, Dulce y Verónica; sentadas, Pilar, Bea, Mónica y Oliva. La foto es del 17 de noviembre de 2011. Sobre la mesa puede verse un ejemplar de una edición reciente de El complot mongol de Rafael Bernal, el libro que comentamos ese jueves.

Los colegas y amigos de Viceversa que se reunieron en el aniversario de la primera aparición de la revista y que salen en la foto son, también de izquierda a derecha, Leonel Sagahón, Mónica Braun, Claudia Muzzi, Fernanda Solórzano, Ángeles Zamora, Soren García Ascot, Rodrigo Toledo, el que esto escribe, Álvaro Fernández Ros y Rocío Mireles.

domingo, 23 de diciembre de 2012

De viaje con María Rosa Lida de Malkiel


Hay libros sobre los que es casi imposible avanzar: al abrirlos, uno penetra en inabarcables mundos y épocas, para los que sus páginas —que sirven de portentoso aperitivo—resultan con frecuencia insuficientes. Me sucedió hace unos días, cuando por fin me interné en el monumental estudio de María Rosa Lida de Malkiel sobre Juan de Mena (El Colegio de México, segunda edición, 1984). Llevaba tantos meses deseando leerlo, desde que di con él en una librería en Donceles, que la semana pasada lo abrí con verdadera delectación. No pasé de las cincuenta páginas. 
Y es que el ambicioso trabajo, que por cierto se deja leer sin ningún esfuerzo, empieza directamente con el análisis del Laberinto de Fortuna, la obra cumbre del gran poeta cordobés del siglo XV, y al menos al principio no dice ni una palabra sobre su tiempo o persona. El salto a otro libro, para regresar en cuanto fuera posible, me pareció razonable. Mi propósito era releer el capítulo que Menéndez Pelayo dedica a Juan de Mena en su delicioso Poetas de la Corte de Don Juan II
No todo se me había olvidado desde la última vez que anduve en las quebradizas páginas de mi viejo ejemplar (que también conseguí en Donceles y es de 1946): el rastreo de las fuentes de su pensamiento y la mesura con la que don Marcelino hace la valoración de sus méritos, sin dejar de lado su prosa, a la que llama, sin ningún empacho, la peor de su tiempo; el célebre comentario de que en su “escaño” “debió de haber siempre un códice de la Farsalia al lado de otro de la Divina Comedia, traídos entrambos de Italia y bellamente historiados”; la imitación de aquella escena “terrorífica” del poema de Lucano sobre la hechicera que revive un cadáver y que en los versos de arte mayor del Laberinto de Mena acabó plasmado en líneas como éstas (nótese la tosca belleza del verso final):

Ya comenzaba la invocación
Con triste murmurio su dísono canto,
Fingiendo las voces con aquel espanto
Que meten las fieras con su triste son,
Oras silvando bien como dragón,
O como tigre faciendo stridores,
Oras formando ahullidos mayores
Que forman los canes que sin dueño son.

Cuando acabé de leer ese capítulo me pareció conveniente echar un ojo al prólogo del volumen, con el propósito no menos razonable de repasar los hechos principales del reinado del tornadizo monarca, padre de la futura Isabel la Católica. La mención, sin embargo, del condestable Álvaro de Luna me hizo sentir la necesidad refrescar, por encima si se quiere, las circunstancias de la caída del famoso valido, con todo y sus desaguisados a muerte con los Infantes de Aragón, y acudí a la Historia de España que compré más recientemente (Valdeón, Pérez y Juliá. Austral, octava edición, 2008). (1)
Ya que había releído el prólogo y un capítulo del libro de Menéndez Pelayo, se me hizo irresistible leer nuevamente el que dedica en el mismo libro al Marqués de Santillana, el personaje más fascinante de la época; finalmente, amigo de Mena y por si fuera poco el otro gran poeta de aquel siglo. 
También en el caso de este otro capítulo de Poetas de la corte de Don Juan II recordaba muchas cosas de mi primera lectura: la extraordinaria biblioteca del Marqués en Guadalajara y las anotaciones en su ejemplar de la Divina Comedia, en la que señalaba los pasajes que le interesaban con el dibujo de una mano con el dedo índice extendido, tal como leí en otro lugar. En cambio no recordaba la valentía con la que su madre defendió sus derechos sobre una infinidad de territorios heredados, ni que uno de sus hijos fue el influyentísimo Cardenal Mendoza, y mucho menos que fue por una batalla ganada a los infantes de Aragón que el rey contra el que él mismo había guerreado le concedió el título con el que grabó su nombre en la historia de la literatura.
Nunca dejé de tener a la vista, como lo tengo ahora mismo, el estudio de María Rosa Lida de Malkiel, sobre el cual a estas alturas se acumulaban ya los tres volúmenes consultados en las últimas horas. Hubiera sido como moverse por el mundo sin tener en la mente la generosidad de quien nos patrocinó el viaje. En el capítulo dedicado al Marqués de Santillana, Menéndez Pelayo alaba la edición de sus obras debida a Amador de los Ríos y alude a un libro biográfico de ese especialista sobre aquel personaje. En ese momento recordé, no sin pena, que la suerte me puso delante de una biografía de esas características, pero me vi obligado a rechazar la posibilidad de que fuera la que menciona Menéndez Pelayo porque cuando llegué a mi casa aquel día y estudié por encima el volumen, algo que ahora no sé precisar me hizo poner en duda su calidad. Con la remotísima esperanza de que fuera el mismo libro fui a asomarme a mi librero, para descubrir que es… precisamente el que tengo. 
Bendito don Marcelino. Bendito azar. Bendita calle de Donceles. (Ya habrá tiempo de saber que Lida de Malkiel dice que esa biografía se basa, al menos en parte, en fuentes fantasiosas.) Sin embargo, no me detendré por ahora en ese volumen, me dije. Me dije que sería prolongar demasiado el rodeo y que ya llegaría su ocasión.
Así que de pronto me veo delante del librero principal de mi biblioteca. Ya que piso los umbrales de una nueva crisis pelagiana, quiero decir que ya que parece que se avecina un nuevo periodo de lectura indiscriminada de Menéndez Pelayo, decido echar un ojo a los volúmenes que tengo de él. Su prosa cargada de transparente erudición, y al mismo tiempo, aunque no parezca posible, de enorme emotividad, hacen que su manera de transmitir sus ideas y preferencias no haya envejecido ni un solo día. Nunca disfruto leer sobre literatura como cuando lo leo a él, al grado de que me interesa incluso cuando parece que no entiende o se equivoca.
Pongo un ejemplo. Traigo la escalera para alcanzar la parte más alta de mi librero y voy bajando, en grupos de dos o tres ejemplares menudos, su Historia de las ideas estéticas en España en la edición de Glem (Argentina, 1943). 
Ojeo al azar alguno de sus índices y caigo en el nombre de Stendhal. Voy a la página. Lo que leo en ella da para un divertido artículo que sin duda armaré en breve. De momento, me conformo con reproducir lo que dice de su alma, que describe como “una de las más secas que han existido”. ¿Quién puede no reírse? Hasta cuando rueda peña abajo me simpatiza e interesa el encumbrado montañés.
Y ya que estamos en la hora de las complacencias, y como la semana pasada leí el breve tratado de Cicerón sobre la amistad, aprovecho que piso nuevamente sus territorios para ver si don Marcelino dice algo de él. En el primer tomo de la Historia de las ideas estéticas doy con un capítulo que no tiene desperdicio: se ocupa de las ideas que sobre la belleza tenían los romanos, centrándose en Cicerón y Horacio. Una sola vez, en una librería en Lima, tuve en las manos un ejemplar de su Horacio en España, un libro publicado en la primerísima juventud que siempre me he prometido pero que me parece que nunca se reeditó en el siglo XX, o al menos no se ha hecho en larguísimos años. El ejemplar limeño no estaba demasiado caro pero tampoco se había conservado de la mejor manera, por lo que no lo compré.
Vuelvo a Cicerón. O mejor dicho, a Menéndez Pelayo hablando de Cicerón. En la línea de sus mejores trabajos, el texto principal, que corre en cuerpo mayor, es mínimo y las notas ocupan la mayor parte de las páginas en las que diserta con ligereza sobre la obra ciceroniana. 
Entonces sucede lo que tarde o temprano iba a suceder: salto a Gilbert Highet, cuyos dos tomos de La tradición clásica, traducido para el FCE por Alatorre, han estado todo este tiempo al alcance de mi mano. 
Agotado lo que dice de Cicerón (entre otras cosas, que su tratado sobre la amistad es una de las principales influencias filosóficas que moldearon el espíritu de Dante, según confesión del propio florentino), caigo en la enésima tentación: releer las páginas que tanto me gustan en las que el estudioso de la tradición explica por qué Petrarca puede considerarse algo así como el padre de Renacimiento. Cada vez me alejo más de mi punto de partida, es verdad, pero sólo aparentemente porque los poetas de la corte de Juan II eran apasionados admiradores de su obra, tanto como de la de Dante. El libro de María Rosa Lida de Malkiel, con el separador en la página 52, me sonríe desde el lugar en donde lo dejé.

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(1) ¿Alguien dudará que, aunque no rompí la azarosa concatenación de lecturas, nunca dejé de pensar en los eternos versos con los que Manrique, un par de generaciones más adelante, evoca a aquellos personajes?

El libro Poetas de la Corte de Don Juan II no es otra cosa que una serie de fragmentos de la Historia de la poesía castellana en la Edad Media de Menéndez Pelayo, seleccionados y prologados por Enrique Sánchez Reyes para Austral. La edición que tengo, hecha en Argentina en 1946, es la segunda.

A la inapreciable medievalista María Rosa Lida de Malkiel (Buenos Aires, 1910 - Oakland, 25 de septiembre de 1962) debo el descubrimiento del significado de una frase al parecer mencionada por vez primera en La Celestina, que López Velarde utiliza en un poema conforme a su uso tradicional, pero al revés de su verdadero significado. El asunto está en el artículo que publiqué en la revista Nexos en marzo de 2005 bajo el título de "La maestra del mundo" y que puede leerse en http://bit.ly/UooKLF


Más sobre Donceles en este blog:
Paseo por sus librerías, primera parte, http://bit.ly/TdyTBm
Paseo por sus librerías, segunda parte, http://bit.ly/YzwRwJ
Hallazgos recientes, http://bit.ly/YzwEd1